sábado, 20 de noviembre de 2010

Amerikanuak

El viernes se estrenó Amerikanuak en los cines, un documental que cuenta con la dirección de Nacho Reig, la fotografía de Gorka Bilbao, la producción de Zigor Etxebarria (Berde Produkzioak) y la banda sonora de la banda gernikarra Audience, que en esta película se visten del americano más auténtico. Tuve la suerte de acudir al preestreno en Bilbao y escuchar unos temas en directo de este grupo. Buen descubrimiento.

Estos amerikanuak son los vascos que emigraron al Nuevo Mundo, principalmente en el siglo XX. La película nos acerca a los núcleos donde se instalaron estos inmigrantes, donde aún perduran algunos miembros de su generación y su descendencia vasco-americana. Viajamos, sobre todo, a Elko, en Nevada. Allí nos adentramos en esta comunidad que todavía conserva rasgos claros de su origen. Estos inmigrantes son auténticos: los hombres que nos encontramos en el Star Hotel son los mismos que podríamos ver en cualquier taberna del País Vasco pero, a su vez, responden a la imagen del nómada que llega desde el Este para buscar un futuro made in USA. Son puros habitantes del Oeste. Sus ropas, sus coches, sus casas, su modo de vida también son netamente americanos, pero hablan euskera. Y qué euskera. Imaginad congelar el habla de la Bizkaia o la Navarra de los años 30, mezclarlo con el inglés de los USA y plantarlo en el siglo XXI. Es un dialecto único, único sobre todo en sus bocas.

Los realizadores consiguen el valor más importante en un documental: la confianza de la realidad que quieren captar. Para poder mostrarla hay que meterse de lleno en ese mundo. Esto es lo más difícil, pero es lo que va a hacer que tu trabajo no sea un simple documento forzado. Sólo cuando te vuelves parte de esa realidad tienes la capacidad de capturarla y el don de enseñarla en forma de película. Por eso, más que escuchar entrevistas a unos personajes, podemos conocer la vida y costumbres de las personas. Los momentos en que nos introducimos en el bar, en la casa o en el rancho junto con ellos, mediante el ojo del realizador, son sin duda los más valiosos. No en vano pasaron más de un mes con ellos, claro.

La película, además, tiene un valor añadido al interés sociológico de los emigrantes vascos o incluso al filológico de su dialecto. Este valor añadido es la edad avanzada de los protagonistas. Si bien casi siempre infravalorado, el discurso de nuestros viejos nos aporta un punto de vista único. Es el de la experiencia, el del recuerdo y la nostalgia, el del que sabe encontrarse al final de un largo camino. Estos valores sólo podemos verlos en los arrugados ojos de nuestros mayores y es fácil abrumarse por la grandeza existencial de lo que dicen. Por eso escuchar las conversaciones de los amerikanuak es doblemente bello.

La forma de contar esta historia es también un acierto. La cámara se esfuerza en captar los lugares para luego acercarse con naturalidad a sus protagonistas. En especial, recoge la inmensidad invernal de los paisajes americanos. Sin duda, la influencia del Oeste no iba a caer en saco roto. Me acuerdo ahora de algunos movimientos de cámara, pequeñas manchas, que interpreto como fallos. Pero en general el estilo es cuidado y apropiado para viajar al mundo de los amerikanuak, para reirnos y emocionarnos con Parrillas y sus compatriotas. La música de Audience ayuda a vestir las imágenes de country y terminar de construir una película cargada de belleza en todos los sentidos.

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