lunes, 28 de marzo de 2011

Punto de Vista: Nostalgia de la luz

Patrico Guzmán, el hombre que recogió el levantamiento de Pinochet en uno de los trabajos documentales directos más interesantes, vuelve con otra película sobre su Chile. En Nostalgia de la luz (2010), los escenarios no son las asambleas obreras, ni el palacio presidencial ni las calles ocupadas por el Ejército. Esta vez, el escenario es uno mucho más poderoso y cautivador, contenedor también de toneladas de recuerdos e historia, que de vez en cuando salen a la superficie. La película fue proyectada en una sesión especial del Festival Punto de Vista, con la agradecida presencia de Guzmán respondiendo preguntas. Podéis ver, además, una entrevista al director al final de la entrada.

Tres realidades, a simple vista bien diferentes, confluyen en el desierto de Atacama. Guarda bajo su roca infinidad de huellas del pasado, tanto de los pueblos precolombinos, que dejan un rastro mágico, inquietante a los ojos de cualquier historiador, como de los mineros chilenos que se vaciaron en la penumbra de las catacumbas, más próximos en el tiempo. Se encargan de estudiarlo los arquélogos, los grandes lectores del pasado. Atacama es un libro abierto con las páginas en perfecto estado de conservación.

Pero no es la arqueología lo que despierta en Patricio el interés inicial. El desierto es también el lugar donde mejor se leen las estrellas. Las condiciones son idóneas. Por eso se encuentra allí un observatorio astronómico. El segundo protagonista el astrofísico, otro admirador del pasado. La luz que recibe cuando mira al cielo nocturno no es más que el resquicio de un tiempo ya desaparecido. El análisis del universo es, en realidad, el escrutinio de la memoria del tiempo. El documental parte de la pasión por la astronomía, un sentimiento casi infantil que recuerda a la fascinación que producen las estrellas al niño que mira al cielo. La memoria es, en definitiva, la obsesión de Patricio Guzmán.

La tercera columna de Nostalgia de la luz la componen las víctima
s de un país desmemoriado. Relegadas al olvido, mujeres incansables llevan décadas buscando los cadáveres enterrados de sus maridos. Nada les certifica que están bajo el desierto, más que el impulso por conocer la verdad y cerrar la herida que les desgarra desde que la dictadura sacudió Chile. Nadan contra el silencio de la sociedad chilena, incapaz de hacer justicia, contra el olvido programado de políticos y jueces y contra la sal ardiente de Atacama. Son "la lepra de Chile", pero tienen fuerza. La que les da el soñar que algún día podrán morir en paz.


Nostalgia de la luz es una historia de enorme vigencia en las sociedades del mundo fugaz, maravillosamente contada por el chileno, que nos concede el tiempo exacto para la reflexión. La pasión por el pasado, materializada en tres formas muy diversas, encuentra en el desierto de Atacama el escenario perfecto. Así, siempre en lucha contra el olvido, Patricio Guzmán viaja por el desierto, donde la total falta de humedad ha permitido que el pasado no se desgaste en la memoria de las secas rocas de Atacama.

jueves, 17 de marzo de 2011

Punto de vista: Tupi or not tupi

Tupi or not to be: that is the question. Esa era la cuestión para el brasileño Oswald de Andrade. A la vez que deboraba a Shakespeare, preconizaba la idea del canibalismo cultural en su Manifiesto Antropófago. La aplicación del canibalismo a la cultura, mezclando la propia, la indígena, con la invasora, ya en el estómago. En la retrospectiva Tupi or not tupi. Caníbales contra vampiros del Punto de Vista pude ver dos películas que trataban, de manera bien diferente, los problemas del choque cultural. El tema da para largo, pero sería mi único acercamiento a esta suerte de antropofagia.

Una es Les states meurent aussi (1953), mi principal razón para entrar en esta sesión. Chris Marker y Alain Resnais critican las formas de relación, básicamente de dominación de una raza sobre otra, que el colonialismo francés había establecido entre la metrópolis europea y las colonias africanas. Sobre un fondo siempre negro, los directores elaboran la película a partir de dos cosas: la acertada disección de figuras del arte africano, que suponen lo único que vemos en la pantalla, y el discurso a raíz de la pregunta: "¿Por qué el arte negro está en el Museo del Hombre y sin embargo el griego o el egipcio en el Museo del Louvre?". Al estilo Marker de montaje, ponen en duda las relaciones coloniales y la digestión despiadada de la cultura africana por las fauces de Occidente.

La siguiente es un documental más complicado de digerir: Triste trópico (1974), de Arthur Omar, la falsa biografía de un doctor que, después de realizar estudios médicos en París, acompañado de las figuras del surrealismo, regresa a Brasil y se apunta al mesianismo indígena como forma festiva de liberación. Su vida es igualmente surrealista, mediante la cual el director viene a poner en duda el propio cine documental. Se lo traga. Lo llama antidocumental.

jueves, 10 de marzo de 2011

Punto de Vista: sección oficial (I)

Las dos obras que van a ocupar estas líneas son bien diferentes, pero ambas se proyectaron en la sección oficial del Punto de Vista. Es buena muestra de la variedad de formas y contenidos. Aunque el tema a tratar sea siempre, en el fondo, la vida y la muerte.

Translating Edwin Honig: A poet's Alzheimer (2010), cortometraje de Alan Berliner, es una de las cosas más brillantes de las que pude disfrutar en el festival. Ganador, por cierto, del premio al Mejor Documental por el jurado, que lo describe como "un retrato transformador de la vejez, el lenguaje y la memoria". Estoy completamente de acuerdo con la decisión del jurado de otorgar el máximo premio en cortometraje al maravilloso trabajo de Alan Berliner.

En realidad son seis diferentes trabajos unidos en uno. Seis pequeñas piezas que forman un cortometraje, cada una tratando un aspecto diferente de la maltrecha memoria de Edwin Honig. El nonagenario poeta fue mentor de Berliner, una persona clave en el desarrollo de su carrera, así como primo e inspiración. Ahora padece la enfermedad que ha borrado su memoria. Berliner monta brillantemente las entrevistas que le ha hecho a lo largo de los últimos años. Cada una de las seis partes que componen Translating Edwin Honig es un acercamiento a veces divertido, otras emocionante, pero siempre incisivo a los recovecos de la maquinaria intelectual del poeta. Es también un homenaje al sentido de la poesía que aún mantiene el escritor. Aunque Honig pierda por completo la memoria y no recuerde su obra, parece que siempre será dueño del ritmo y la rima. Berliner rescata la musicalidad de su mentor y, mediante repeticiones del discurso de su primo, monta un pasaje maravilloso que descubre el poema al que se aferra el viejo Honig.

Gravity was everywhere back then (2010) es una obra plástica de Brent Green en forma de película. El director reconstruye la historia real de una pareja que se conoce en un accidente de coche con actores, animación y stop motion. Es una dramatización fantástica, podríamos decir. Mary enferma y Leonard decide construir una casa con sus propias manos como forma de sanar y evitar su muerte. La torre, cada vez más alta, serviría para acercarla de alguna forma a Dios. El interés en el documental estriba en su forma, casi de manualidad: el tratamiento de los escenarios y el stop motion. En lo demás, en cuanto a su reflexión sobre la muerte y los últimos momentos de consciencia, se queda corta. Esto es sólo una apreciación personal, pero creo que se pierde en la (para mí cansina) forma y no llega a convencer cualquier mensaje que se le presuponga. Recuerdo haber visto otro documental hace poco tiempo con una mirada mucho más deslumbrante y reflexiva en torno a una experiencia de la propia autora, que sueña con su propia muerte: The edge of dreaming (2010, Amy Hardie).

martes, 1 de marzo de 2011

Punto de Vista: La región central (I)

La semana pasada se celebró en Iruña el Punto de Vista. Bajo el subtítulo de Festival Internacional de Cine Documental de Navarra, una sección oficial y varias retrospectivas, se atreven con lo más interesante del panorama documental actual, cogiendo un poco de aquí, otro poco de allá y elaborando un menú increíblemente variado. Además, añaden otras secciones temáticas o la dedicada a los trabajos que se encuentran en esa difusa frontera con lo experimental. Caben todas las formas del documental más interesante. En definitiva, una semana de mucho cine y disfrute. Este año tuve la oportunidad de ver todo tipo de cine documental, desde lo más atrevido a trabajos más convencionales, y conocer de primera mano las opiniones de algunos directores. Una suerte de semana.

Mi primera sesión se enmarcaba en La región central, esa sección que reúne las obras de cine de no ficción "más arriesgado". Cuando nos movemos en estos territorios podemos esperar cualquier cosa, pero el resultado fue, en general, más que positivo. Pude ver un puñado de obras atrevidas con el lenguaje fílmico y emocionantes en el concepto documental.

Mi versión de Punto de Vista empezó con The Indian Boundary Line (2010), un mediometraje de Thomas Comerford. El trabajo disecciona una línea concreta de la geografía histórica americana, lugar de fronteras entre dos mundos opuestos. Chicago Rogers Avenue pasaría desapercibida en cualquier ciudad del mundo, pero tras esta reciente denominación se esconde la Indian Boundary Line, es decir, la frontera entre el mundo indio y los Estados Unidos de América. El director busca los restos de la Historia en la avenida, contraponiendo dos realidades bien distintas: el pasado fronterizo y el presente urbano. El estilo, un atrevido y heterogéneo contraste entre los documentos de la conquista del hombre blanco y las imágenes de la avenida, recorre los puntos relevantes de la línea trazada en el mapa fronterizo, fagocitado por la Ley del Este. Mediante esta mirada descubrimos que, inevitablemente, todo resquicio indio ha desaparecido, relegado a cierta imaginería folklórica. El pasarte final, el audio del último tratado de la conquista yuxtapuesto al vídeo del punto de vista actual, es realmente poderoso. No deja lugar a dudas. Ahora ya no queda ni el nombre.

El largo de la noche era otra sobre fronteras. Lee Anee Schmitt y Lee Lynch, directores de The last buffalo hunt (2010), pasaron 5 años detrás del último cazador de búfalos, en el oeste americano, donde parece que se congeló el tiempo tras la conquista blanca. Cada temporada acompaña a cazadores aficionados, nuevos y habituales, detrás de la bestia norteamericana por excelencia. En un ambiente salvaje, de desierto, caravanas y tiendas de campaña, un grupo cada vez más reducido y cada vez más viejo de vaqueros hacen de guía y tutor de quien quiera llevarse una foto con el búfalo cazado. Vemos el proceso de acercamiento al mundo salvaje y percibimos su paulatina desaparición. Notamos que son los últimos tiempos tanto del entorno como de sus protagonistas. No aguantan más.

Sí; pero, sobre todo esto, en la piel curtida y la mirada cansada del cazador se puede ver un retrato audaz del carácter americano. El gesto del vaquero y sus palabras esconden esa forma de ser que, a mi juicio, se hace tan exótica para un europeo. Siglos de conquista y construcción de un país nuevo bajo valores propios, años de orgullo y desengaño, como en la historia del hombre, modelan una forma de pensar y de actuar que los autores de The Last buffalo hunt, a lo largo de esta cacería del búfalo, han sabido captar a la perfección. El veterano guía, más protagonista que el bisonte, sus acompañantes y sus clientes son los referentes más expresivos de un viejo mundo al otro lado del charco. A la película le cuesta arrancar, pero el dibujo viene de primera mano, directo, optando por la cámara libre sobre el desierto, aunque la mirada es irónica, a veces punzante. Tras la muerte de la última presa, la película se para y reflexiona para finalizar el retrato de un carácter único.