domingo, 19 de diciembre de 2010

Casas Viejas

La República de España tenía perdida la guerra civil antes de la última batalla. Quizás antes de que empezara. Entre otras cosas, por la desunión de los republicanos, nacionalistas y revolucionarios. La distancia entre la autoridad republicana y la izquierda popular se fue cociendo durante los pocos años que duró el intento republicano. En enero de 1933 se vivió uno de los episodios que ayudó al descontento ciudadano. Decepcionados con el devenir de la República, las clases trabajadoras habían comenzado a presionar al gobierno en busca de la revolución. El gobierno, mientras tanto, tenía a la élite burguesa en los sillones y los fascistas llamando a la puerta. En esas se encontraba España, en medio de una huelga general, cuando al pueblo gaditano de Casas Viejas llegó la noticia del levantamiento anarquista, que sería seguido por toda la República. Al final sólo se sublevaron los cenetistas de Casas Viejas, que fueron contestados con una durísima represión de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto: la casa donde se encontraban los dirigentes de la sublevación y sus familias fue incenciada y el resto del pueblo fue torturado y fusilado aleatoriamente, ajusticiado durante los meses siguientes. El levantamiento del pueblo lo siguieron pocos en Casas Viejas y nadie en el resto de España, pero, como se dice que ordenó el presidente Azaña, "no quiero heridos: los tiros a la barriga".

Las consecuencias de estos sucesos fueron decenas de muertos y represaliados, una polémica en toda la República por la actuación del gobierno, investigaciones parlamentarias, el descrédito hacia la clase política y el alejamiento de la izquierda del recién estrenado sistema de gobierno. La noticia tuvo su alcance fuera de España. De esto se sirve Basilio Martín Patino para crear este documental en 1996, dentro de la serie Andalucía: un siglo de fascinación. Y no es que utilizara alguna filmación o documento de la época encontrado, sino que lo crea él mismo. Crea al periodista de guerra británico, cuyas imaginarias grabaciones en Andalucía pasan a manos de los soviéticos, y junto con algunas entrevistas (fraudulentas o no) y testimonios reales de los actuales habitantes del pueblo gaditano, publica este trabajo de reconstrucción de la tragedia de Casas Viejas.

Si algo es Martín Patino es, sin duda, comprometido y valiente, pues a lo largo de su carrera ha esquivado la censura franquista por lo pelos. Aún no me explico cómo un documental como Caudillo pudo ver la luz en 1974. Se puede decir que El grito del Sur: Casas Viejas es el perfecto ejemplo de la dramatización histórica. Rodeado siempre del debate sobre la veracidad del documental, podemos creer que este tipo de trabajos son válidos si ayudan a conocer la realidad (histórica o no) de los sucesos. El director nunca intenta engañar. Los créditos no se visten de mentira, pero además los aspectos narrativos y técnicos de la parte que corresponde a la película del documentalista británico no dejan lugar a dudas. Están grabados con una planificación que casi duele a la vista. El montaje es clásico y muy elaborado, nada que ver con lo que alguien podría haber realizado en esa situación. Hay cortes muy ficcionales y perfectos encuadres de figuras que aún no han entrado en plano. La textura, además, es de vídeo, con una triste capa que lo intenta asemejar a película. Muy lejos, por ejemplo, de los documentos cinemátograficos de La batalla de Chile de Patricio Guzmán. Basilio cuenta irremediablemente con ello, por eso creo que no engaña. Pero al margen de las discusiones entre ficción/realidad y engaño/sinceridad, El grito del Sur es válido como mirada a los hechos desde el final de siglo, reflexión anarquista del levantamiento de Casas Viejas y llanto de una aldea casi apagada por el fuego de la represión.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Getxo, akordaten zara?

Herri baten altxor preziatua da bere nagusien oroimena. Eso reza la sinopsis de Getxo, akordaten naz 2, el segundo de dos documentales sobre la historia del municipio bizkaino. O lo que es lo mismo: El recuerdo de sus mayores es un preciado tesoro del pueblo. No le falta razón.

Se trata de dos trabajos, sólo que la segunda parte es la que se ha estrenado este año. Están dirigidos por Aitor Gisasola y producidos por la revista UK. El tronco es el trabajo de documentación de Fredi Paia. El espíritu de ambos casa mucho con mi admiración por lo que nuestros mayores pueden contarnos sobre el devenir de nuestra familia, la historia cercana de nuestros pueblos o, sin más, sobre la vida. Y por la forma en la que nos lo cuentan: vemos recuerdos de otra época a través de las arrugas, síntoma imparable del paso del tiempo. No es la primera vez que me leéis decir algo parecido, y seguramente no será la última. En una sociedad cada vez más poblada por mayores (aunque no estoy seguro de si mi generación podrá colaborar en seguir deformando la pirámide demográfica o morirá en el intento), siento que impera un, no sé si desprecio, pero sí desde luego un desinterés por la vida de los mayores, por su conversación y por el mundo del que provienen, casi siempre rural o, si no, industrial, pero del auténtico.


No voy a enrollarme contando el origen de mis abuelos, pero es bien distinto de los testimonios que se pueden ver en Getxo, akordaten naz. Por eso este documental me sirve aún más para conocer el lugar donde vivo, producto de la mezcla de familias de agricultores o arrantzales, de ricos llegados directo al palacete de invierno, de obreros, y del mayor número de gente, los de clase media llegados hace tres décadas. En cualquier caso, este trabajo está bien lejos de los libros de historia. El acercamiento es bien distinto: aquí se trata de dar manga ancha a los mayores, entrevistados en frente de la cámara. Lo importante es el contenido de los testimonios, el inconmensurable valor del testigo de una generación bien entrada en años que deberíamos saber apreciar. Sólo ellos pueden hablarnos de lo que fue de forma tan directa, pero no podrán hacerlo por siempre.

Getxo ha cambiado muchísimo en el último siglo. Desde Azkorri hasta Areeta, sus pueblos y barrios han seguido evoluciones distintas, acogiendo gente diferente, pero siempre creciendo de una manera bestial (y eso que no es la zona que más ha sufrido). Como en el resto de Bizkaia, los cambios en los modelos de vida han dado paso a una remodelación del territorio. Es fácil intuirlo en lo que nos cuentan los mayores: los baserris que dieron nombre a las calles de ahora, llenas de bloques de pisos; el arenal que cubría lo que hoy son casas y casas; el pantano que cuando llueve aún asoma bajo el cemento; las viejas mansiones que parecen igual que antaño; el tren que casi no pasaba, pero dejaba ver sus vías y estaciones sobre la tierra en vez de bajo ella... Getxo ha cambiado, pero también la forma de vivir de los getxoztarras. En las entrevistas impera lo cotidiano y familiar sobre cualquier otra consideración: nos hablan de sus juegos de niños, del trabajo en el campo o en el puerto, de la mitología, de los ünguentos, de la guerra, de los franquistas... Todo ello en un exquisito y único euskera que, tristemente, está a punto de desaparecer. Me refiero al dialecto de Uribe Kosta, comarca de erdeldunes y euskaldunbarris. Es una pena, pero gracias a un buen trabajo de campo podrá conservarse, al menos académicamente (éste trabajo se está realizando, afortunadamente; aprovecho para recomendar el recién publicado diccionario topográfico Getxoko izenak, otra joyita). También por eso, este documental es doblemente importante. Los que no tuvimos la suerte, tendremos que hacer lo posible para que no se pierda esta particular forma de hablar euskera. Vale, sí, parece una utopía. Ya sé cómo es Getxo.

He de decir que la forma no acompaña del todo (para el estudio narrativo y formal están otras obras), pero se nota el interés de adornar un contenido ya bello de por sí. Es, sobre todo, un canto a la imaginación de tiempos distintos, una excusa para disfrutar con las historieras de nuestros viejos, pero también un toque de atención para los habitantes del presente. A ver si nos damos cuenta.