Las dos obras que van a ocupar estas líneas son bien diferentes, pero ambas se proyectaron en la sección oficial del Punto de Vista. Es buena muestra de la variedad de formas y contenidos. Aunque el tema a tratar sea siempre, en el fondo, la vida y la muerte.
Translating Edwin Honig: A poet's Alzheimer (2010), cortometraje de Alan Berliner, es una de las cosas más brillantes de las que pude disfrutar en el festival. Ganador, por cierto, del premio al Mejor Documental por el jurado, que lo describe como "un retrato transformador de la vejez, el lenguaje y la memoria". Estoy completamente de acuerdo con la decisión del jurado de otorgar el máximo premio en cortometraje al maravilloso trabajo de Alan Berliner.
En realidad son seis diferentes trabajos unidos en uno. Seis pequeñas piezas que forman un cortometraje, cada una tratando un aspecto diferente de la maltrecha memoria de Edwin Honig. El nonagenario poeta fue mentor de Berliner, una persona clave en el desarrollo de su carrera, así como primo e inspiración. Ahora padece la enfermedad que ha borrado su memoria. Berliner monta brillantemente las entrevistas que le ha hecho a lo largo de los últimos años. Cada una de las seis partes que componen Translating Edwin Honig es un acercamiento a veces divertido, otras emocionante, pero siempre incisivo a los recovecos de la maquinaria intelectual del poeta. Es también un homenaje al sentido de la poesía que aún mantiene el escritor. Aunque Honig pierda por completo la memoria y no recuerde su obra, parece que siempre será dueño del ritmo y la rima. Berliner rescata la musicalidad de su mentor y, mediante repeticiones del discurso de su primo, monta un pasaje maravilloso que descubre el poema al que se aferra el viejo Honig.
Gravity was everywhere back then (2010) es una obra plástica de Brent Green en forma de película. El director reconstruye la historia real de una pareja que se conoce en un accidente de coche con actores, animación y stop motion. Es una dramatización fantástica, podríamos decir. Mary enferma y Leonard decide construir una casa con sus propias manos como forma de sanar y evitar su muerte. La torre, cada vez más alta, serviría para acercarla de alguna forma a Dios. El interés en el documental estriba en su forma, casi de manualidad: el tratamiento de los escenarios y el stop motion. En lo demás, en cuanto a su reflexión sobre la muerte y los últimos momentos de consciencia, se queda corta. Esto es sólo una apreciación personal, pero creo que se pierde en la (para mí cansina) forma y no llega a convencer cualquier mensaje que se le presuponga. Recuerdo haber visto otro documental hace poco tiempo con una mirada mucho más deslumbrante y reflexiva en torno a una experiencia de la propia autora, que sueña con su propia muerte: The edge of dreaming (2010, Amy Hardie).
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