Este año el Zinemaldia ha tomado una decisión acertadísima, que me animó mucho para acudir con ganas, como fue dedicar una retrospectiva entera al género documental. En los últimos años el cine documental está viviendo una renovación desde dentro muy importante y, seguramente como consecuencia, ha adquirido una importancia en festivales y otras pantallas, después de mucho tiempo siendo el hermano menor de la ficción. El documental, en todas sus formas, merece un espacio propio, por su valor doblemente artístico y social.
En este caso, también histórico. Oh uomo! (Yervant Gianikian, Angela Ricci Lucchi, 2004) es una recopilación de filmes de la Europa de entreguerras. Pero no de cualquier Europa, sino de la más dura, difícil. Comenzamos viendo unas imágenes del ascenso de Mussolini y de invasiones italianas, rescatadas de algún baúl en el que aún sobrevivirán rollos y rollos de cintas olvidadas. Son imágenes mudas. Algún rótulo nos acompaña, separando las bien diferenciadas partes del trabajo y dando alguna que otra explicación informativa, pero no escucharemos ningún diálogo en los 70 minutos de documental. Tras estas secuencias bélicas, veremos las verdaderas consecuencias de la guerra entendida como concepto global, nada personalizado. Empezamos con niños desnutridos de algún orfanato adonde iban a parar los que la violencia separaba de sus padres. Pobriños, podremos pensar. Pero esto no es nada, pues la crueldad va subiendo conforme avanzamos los planos: niños malformados por la Primera Guerra Mundial, soldados mutilados en algún hospital de campaña, varias operaciones, como la de un ojo abierto por la mitad... Cadáveres bien vivos. Lo que más recuerdo son las mutilaciones faciales de veteranos completamente desfigurados. Es imposible imaginar, sin haberlo visto antes, cómo es una cara a la que le falta una pieza.
No es violencia gratuita ni horror porque sí. ¡Nada más lejos de la realidad! Es el resultado del ser humano, ni más ni menos. Oh, uomo! Precisamente, no es nada más que realidad. Una realidad que conviene no dejar olvidar, pues aun hoy en día la mano del hombre (de la mujer, menos) se escapa de la razón y cría estas crueldades en medio mundo. Esta película es de un valor documental tremendo. Para mí, de obligado visionado. Es muy duro, sí, y habrá psicópatas, sanos de empatía, pero la experiencia de Oh uomo! no puede dejar indiferente al resto. Aunque nunca se les haga caso, siempre se habla de las enseñanzas de la historia, y este experimento es buena prueba documental.
Las imágenes, evidentemente en blanco y negro, están tratadas cromáticamente en laboratorio. En el terreno más narrativo, ni diálogos ni prácticamente sonido. El ritmo es más rápido en las imágenes más neutras de la guerra, pero pausado, observador y reflexivo cuando se trata del ver el horror. El silencio se interrumpe en ocasiones para dar paso a una melodía de piano. Aparentemente, sin sentido alguno, pues en ningún caso parece concordar con lo que vemos en la pantalla. Pero sin duda, esto también es parte del experimento, fílmico y humano. La conclusión está clara.
En este caso, también histórico. Oh uomo! (Yervant Gianikian, Angela Ricci Lucchi, 2004) es una recopilación de filmes de la Europa de entreguerras. Pero no de cualquier Europa, sino de la más dura, difícil. Comenzamos viendo unas imágenes del ascenso de Mussolini y de invasiones italianas, rescatadas de algún baúl en el que aún sobrevivirán rollos y rollos de cintas olvidadas. Son imágenes mudas. Algún rótulo nos acompaña, separando las bien diferenciadas partes del trabajo y dando alguna que otra explicación informativa, pero no escucharemos ningún diálogo en los 70 minutos de documental. Tras estas secuencias bélicas, veremos las verdaderas consecuencias de la guerra entendida como concepto global, nada personalizado. Empezamos con niños desnutridos de algún orfanato adonde iban a parar los que la violencia separaba de sus padres. Pobriños, podremos pensar. Pero esto no es nada, pues la crueldad va subiendo conforme avanzamos los planos: niños malformados por la Primera Guerra Mundial, soldados mutilados en algún hospital de campaña, varias operaciones, como la de un ojo abierto por la mitad... Cadáveres bien vivos. Lo que más recuerdo son las mutilaciones faciales de veteranos completamente desfigurados. Es imposible imaginar, sin haberlo visto antes, cómo es una cara a la que le falta una pieza.
No es violencia gratuita ni horror porque sí. ¡Nada más lejos de la realidad! Es el resultado del ser humano, ni más ni menos. Oh, uomo! Precisamente, no es nada más que realidad. Una realidad que conviene no dejar olvidar, pues aun hoy en día la mano del hombre (de la mujer, menos) se escapa de la razón y cría estas crueldades en medio mundo. Esta película es de un valor documental tremendo. Para mí, de obligado visionado. Es muy duro, sí, y habrá psicópatas, sanos de empatía, pero la experiencia de Oh uomo! no puede dejar indiferente al resto. Aunque nunca se les haga caso, siempre se habla de las enseñanzas de la historia, y este experimento es buena prueba documental.
Las imágenes, evidentemente en blanco y negro, están tratadas cromáticamente en laboratorio. En el terreno más narrativo, ni diálogos ni prácticamente sonido. El ritmo es más rápido en las imágenes más neutras de la guerra, pero pausado, observador y reflexivo cuando se trata del ver el horror. El silencio se interrumpe en ocasiones para dar paso a una melodía de piano. Aparentemente, sin sentido alguno, pues en ningún caso parece concordar con lo que vemos en la pantalla. Pero sin duda, esto también es parte del experimento, fílmico y humano. La conclusión está clara.
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