Antes de volver con otra película del Zinemaldia de Donostia (la bahía más bonita del mundo, le he leído a Rubén Martín; será que no conoce Plentzia, en el mismo mar), voy a hacer una breve mención a lo vivido anoche en la Rock Star Live de Barakaldo. Es curioso ver cómo este centro comercial de última generación, meca del capitalismo, se inunda periódicamente por una marea negra de amantes de la música. Genial.
La noche empezaba con el ultra thrash de Crysys, un grupo catalán que no parecen haber publicado disco aún, pero que tienen muchas tablas sobre el escenario. Habían sido elegidos por unas votaciones en no sé qué página para telonear esta gira europea en la fecha bizkaina. Con muchas ganas, mucha fuerza y mucha garra, nos escupieron un puñado de temas de thrash metal del rápido y violento, de temas sin tregua pero no necesariamente cortos, con aire de finales los 80. Me gustaron.
El segundo toro de la noche, ya parte del cartel de Where death is most alive, part II, Insomnium, era uno de mis grupos más esperados de los últimos tiempos. Es lo que se lleva ahora: death metal melódico muy influenciado por el doom metal. En definitiva, una música cada vez más oscura y sinfónica, sin olvidar las partes más rápidas. No sé qué comen en Escandinavia, pero la calidad musical que atesora sus gentes es casi sobrenatural. Con un set list casi íntegramente basado en el último disco, Across the dark, sólo una cosa me echó para atrás: las partes de teclado, muy presentes tanto en lo ambiental como en muchas melodías, eran grabadas. No sé la razón, pero me quedo con las ganas de verles en otras condiciones, más tiempo y con una elección de canciones más amplia. De hecho, se olvidaron del disco con el que les conocí: Since the day it all came down. Pero no importó, pues el show fue muy intenso. Cayó Weather the storm, el tema recientemente grabado con Mikael Stanne, el cantante del cabeza de cartel, pero no salió.
Se reservó hasta el momento cumbre de la noche, cuando aparecieron todos los componentes de Dark Tranquillity. Era el turno de los años 90, cuando un nuevo movimiento cocía en Suecia un sonido que revolucionó la escena europea. Ese death metal melódico ha evolucionado a diversos derroteros, algunos más interesantes que otros, aunque con Dark Tranquillity siempre ha ido de la mano de la calidad. Fiel al sonido Göteborg, los suecos han explorado diferentes aspectos de su música, pero siempre se han marcado auténticos discazos (discasos, para algunos). Y lo de anoche fue, precisamente, un conciertazo (consiertaso). Un no parar desde el principio hasta el final, con un brevísimo bis. Las canciones eran las esperadas. No hubo sorpresa: repaso equilibrado a su carrera, desde la primera época que les dio a conocer (nada del Skydancer, por supuesto, ni del The Mind's I) hasta la segunda, más moderna, con especial atención al último trabajo, We are the void. Por encima de las canciones (en el caso de este grupo, que llevan veinte años al máximo nivel, no hay tiempo para todo), destacaron la interpretación, la intensidad y la pasión. La ejecución fue muy buena, así como la puesta en escena, y la actitud del grupo fue impecable. Mikael Stanne estuvo especialmente contento. Era amor puro, sin parar. No sé lo que se había tomado, pero tuvo el acierto de transmitirlo al respetable, con el que comulgaron a la perfección. Ellos estuvieron muy agradecidos. Nosotros, también.
Con esta noche de concierto grande, de grupo importante, se inauguró la temporada de otoño, siempre plagada de conciertos. El verano tiene los festivales, pero poco más. Todo son jaias y verbenas. Como mucho, algún grupo local. Ahora que empieza el frío vuelven las ganas de llenar el calendario. Las visitas de los nuevos y los de siempre se encargán de ello.
Lo próximo será otra película del festival donostiarra, a mi ritmo. Antes me voy al Mundial de Melbourne, repetido. Espero no caer dormido como esta mañana. Se va el ciclismo. De mientras, gracias a la música por estar ahí cuando se le necesita.
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