El grupo venía comandado por Ricky Warwick haciendo las del mulato irlandés. Todas las miradas se centraban en él, pues tenía un dificilísimo papel que cumplir. Cada uno en su registro, se acopló sin problema a las canciones de Thin Lizzy en las labores de cantante. No necesitaba mucho trabajo como frontman, pues el plantel de la banda que le acompañaba hacía el resto. Al contrario que en la última reunión, el batería Brian Downey se unió a la fiesta, sin duda la novedad de la cita. Junto con el percusionista, otro original de Thin Lizzy pisaba las tablas: Scott Gorham. Mientras éste ponía la dosis de clase necesarias, el genial Vivian Campbell era el plato fuerte de las cuerdas. Su calidad casi convirtieron la sustitución de Lynott en tarea fácil. Completaban la alineación las teclas de Darren Wharton (incluso ayudó a cantar Still in love with you) y el bajo de Marco Mendoza. Este mexicano es un monstruo.
A la interpretación brillante de estos superclase de la música se le unió un perfecto empaque y la tremenda actitud que demostraron tener frente al público, que tenía ganas de disfrutar del sonido Lizzy, parido por el irlandés, aunque fantásticamente puesto en circulación durante esta gira por el sexteto. Parece ser que la edad no conciona el estado de forma de los actuales Thin Lizzy.
El respetable, previamente calentado por Supersuckers, que no tuve ocasión de ver, tenía muchas ganas de escuchar las guitarras dobladas características de la banda irlandesa. Hacía años que no podían disfrutar de ellas. Algunos habrán podido ver a Lynott en vida. Los más jóvenes, que, todo hay que decirlo, éramos los menos, no hemos tenido esa suerte, así que el concierto de este grupo era lo máximo a lo que podemos aspirar. Se respiraban recuerdos entre el público. Olía a cuero y gasolina. Are you ready? Sí. Estábamos preparados.

Con los nombres del cartel era imposible una interpretación falta de calidad. Ademas, estos Thin Lizzy le pusieron sentimiento. Ricky pasó el examen con nota, aunque sin duda le sobra el instrumento. Quizás se le haga raro cantar sin guitarra (en algún tema lo hizo), pero para el sonido Thin Lizzy sólo son necesarias dos. La tercera no hacía nada más que ensuciar el resultado, aunque sí endureció las canciones. Un detalle menor, en cualquier caso, pues las maravillosas melodías dobles ganaron la partida.
Volvieron con Rosalie y Bad reputation para hacer el segundo bis y despedirse definitivamente con Black Rose. Entre aplausos y sonrisas cerraron una noche de satisfacción, recuerdos y hard rock. Por Phil Lynott.
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