La semana pasada se celebró en Iruña el Punto de Vista. Bajo el subtítulo de Festival Internacional de Cine Documental de Navarra, una sección oficial y varias retrospectivas, se atreven con lo más interesante del panorama documental actual, cogiendo un poco de aquí, otro poco de allá y elaborando un menú increíblemente variado. Además, añaden otras secciones temáticas o la dedicada a los trabajos que se encuentran en esa difusa frontera con lo experimental. Caben todas las formas del documental más interesante. En definitiva, una semana de mucho cine y disfrute. Este año tuve la oportunidad de ver todo tipo de cine documental, desde lo más atrevido a trabajos más convencionales, y conocer de primera mano las opiniones de algunos directores. Una suerte de semana.
Mi primera sesión se enmarcaba en La región central, esa sección que reúne las obras de cine de no ficción "más arriesgado". Cuando nos movemos en estos territorios podemos esperar cualquier cosa, pero el resultado fue, en general, más que positivo. Pude ver un puñado de obras atrevidas con el lenguaje fílmico y emocionantes en el concepto documental.
Mi versión de Punto de Vista empezó con The Indian Boundary Line (2010), un mediometraje de Thomas Comerford. El trabajo disecciona una línea concreta de la geografía histórica americana, lugar de fronteras entre dos mundos opuestos. Chicago Rogers Avenue pasaría desapercibida en cualquier ciudad del mundo, pero tras esta reciente denominación se esconde la Indian Boundary Line, es decir, la frontera entre el mundo indio y los Estados Unidos de América. El director busca los restos de la Historia en la avenida, contraponiendo dos realidades bien distintas: el pasado fronterizo y el presente urbano. El estilo, un atrevido y heterogéneo contraste entre los documentos de la conquista del hombre blanco y las imágenes de la avenida, recorre los puntos relevantes de la línea trazada en el mapa fronterizo, fagocitado por la Ley del Este. Mediante esta mirada descubrimos que, inevitablemente, todo resquicio indio ha desaparecido, relegado a cierta imaginería folklórica. El pasarte final, el audio del último tratado de la conquista yuxtapuesto al vídeo del punto de vista actual, es realmente poderoso. No deja lugar a dudas. Ahora ya no queda ni el nombre.
El largo de la noche era otra sobre fronteras. Lee Anee Schmitt y Lee Lynch, directores de The last buffalo hunt (2010), pasaron 5 años detrás del último cazador de búfalos, en el oeste americano, donde parece que se congeló el tiempo tras la conquista blanca. Cada temporada acompaña a cazadores aficionados, nuevos y habituales, detrás de la bestia norteamericana por excelencia. En un ambiente salvaje, de desierto, caravanas y tiendas de campaña, un grupo cada vez más reducido y cada vez más viejo de vaqueros hacen de guía y tutor de quien quiera llevarse una foto con el búfalo cazado. Vemos el proceso de acercamiento al mundo salvaje y percibimos su paulatina desaparición. Notamos que son los últimos tiempos tanto del entorno como de sus protagonistas. No aguantan más.
Sí; pero, sobre todo esto, en la piel curtida y la mirada cansada del cazador se puede ver un retrato audaz del carácter americano. El gesto del vaquero y sus palabras esconden esa forma de ser que, a mi juicio, se hace tan exótica para un europeo. Siglos de conquista y construcción de un país nuevo bajo valores propios, años de orgullo y desengaño, como en la historia del hombre, modelan una forma de pensar y de actuar que los autores de The Last buffalo hunt, a lo largo de esta cacería del búfalo, han sabido captar a la perfección. El veterano guía, más protagonista que el bisonte, sus acompañantes y sus clientes son los referentes más expresivos de un viejo mundo al otro lado del charco. A la película le cuesta arrancar, pero el dibujo viene de primera mano, directo, optando por la cámara libre sobre el desierto, aunque la mirada es irónica, a veces punzante. Tras la muerte de la última presa, la película se para y reflexiona para finalizar el retrato de un carácter único.
Mi primera sesión se enmarcaba en La región central, esa sección que reúne las obras de cine de no ficción "más arriesgado". Cuando nos movemos en estos territorios podemos esperar cualquier cosa, pero el resultado fue, en general, más que positivo. Pude ver un puñado de obras atrevidas con el lenguaje fílmico y emocionantes en el concepto documental.
Mi versión de Punto de Vista empezó con The Indian Boundary Line (2010), un mediometraje de Thomas Comerford. El trabajo disecciona una línea concreta de la geografía histórica americana, lugar de fronteras entre dos mundos opuestos. Chicago Rogers Avenue pasaría desapercibida en cualquier ciudad del mundo, pero tras esta reciente denominación se esconde la Indian Boundary Line, es decir, la frontera entre el mundo indio y los Estados Unidos de América. El director busca los restos de la Historia en la avenida, contraponiendo dos realidades bien distintas: el pasado fronterizo y el presente urbano. El estilo, un atrevido y heterogéneo contraste entre los documentos de la conquista del hombre blanco y las imágenes de la avenida, recorre los puntos relevantes de la línea trazada en el mapa fronterizo, fagocitado por la Ley del Este. Mediante esta mirada descubrimos que, inevitablemente, todo resquicio indio ha desaparecido, relegado a cierta imaginería folklórica. El pasarte final, el audio del último tratado de la conquista yuxtapuesto al vídeo del punto de vista actual, es realmente poderoso. No deja lugar a dudas. Ahora ya no queda ni el nombre.
El largo de la noche era otra sobre fronteras. Lee Anee Schmitt y Lee Lynch, directores de The last buffalo hunt (2010), pasaron 5 años detrás del último cazador de búfalos, en el oeste americano, donde parece que se congeló el tiempo tras la conquista blanca. Cada temporada acompaña a cazadores aficionados, nuevos y habituales, detrás de la bestia norteamericana por excelencia. En un ambiente salvaje, de desierto, caravanas y tiendas de campaña, un grupo cada vez más reducido y cada vez más viejo de vaqueros hacen de guía y tutor de quien quiera llevarse una foto con el búfalo cazado. Vemos el proceso de acercamiento al mundo salvaje y percibimos su paulatina desaparición. Notamos que son los últimos tiempos tanto del entorno como de sus protagonistas. No aguantan más.
Sí; pero, sobre todo esto, en la piel curtida y la mirada cansada del cazador se puede ver un retrato audaz del carácter americano. El gesto del vaquero y sus palabras esconden esa forma de ser que, a mi juicio, se hace tan exótica para un europeo. Siglos de conquista y construcción de un país nuevo bajo valores propios, años de orgullo y desengaño, como en la historia del hombre, modelan una forma de pensar y de actuar que los autores de The Last buffalo hunt, a lo largo de esta cacería del búfalo, han sabido captar a la perfección. El veterano guía, más protagonista que el bisonte, sus acompañantes y sus clientes son los referentes más expresivos de un viejo mundo al otro lado del charco. A la película le cuesta arrancar, pero el dibujo viene de primera mano, directo, optando por la cámara libre sobre el desierto, aunque la mirada es irónica, a veces punzante. Tras la muerte de la última presa, la película se para y reflexiona para finalizar el retrato de un carácter único.
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