martes, 24 de abril de 2012

Los milagros no existen

Kiseki (2011) es la última película de Hirokazu Koreeda, estrenada en el Zinemaldi de Donostia y que ahora llega a los cines comerciales. Kiseki también es milagro en castellano. Pero los milagros no existen.

De eso se dan cuenta Goichi y Ryu, dos hermanos que viven en diferentes ciudades desde que sus padres decidieron separarse. Goichi, el mayor, vive en casa de sus abuelos con su madre y un volcán que llena de cenizas la ciudad. Ryu, el pequeño, vive con su padre, un músico despreocupado que intenta sacar su vida adelante.

Koreeda tiene especial gusto por el detalle, que saca a relucir tras el clímax de la película. Los detalles nos ayudan a construir el mundo de los niños, protagonistas de esta historia. Es un mundo mágico y divertido en su apariencia, pero más adulto que el mundo de los mayores. En la primera parte de Kiseki, los niños son los adultos, que conducen la película con el sentido común que les falta a los adultos que les rodean. En cierta medida, los niños son los que consiguen escapar del Japón actual, más loco que cuerdo.

Goichi desea volver a reunir a la familia, los cuatro juntos, como los días de convicencia. Como su madre, echa de menos los buenos tiempos. Ryu, como su padre, disfruta de su nueva vida, bohemia y divertida. A pesar del amor que siente por su hermano y su madre, no pretende volver al pasado, lleno de broncas y gritos. En la segunda parte del film, los dos se reunen tras meses y se embarcan en una aventura en búsqueda del nuevo tren bala, abierto entre las dos ciudades. En el punto donde se cruzan ambos trenes, una energía especial hace los milagros realidad.

Los hermanos están acompañados de los amigos de ambos, que ayudan a reforzar el papel que da Koreeda a los niños, filmados como nunca en el inexplicable mundo de los adultos. La ciudad de Goichu está cubierta por la ceniza de un volcán. En la casa del padre, Ryu ha plantado verduras, que se harán grandes en primavera. Pasado y futuro están presentes de maneras distintas. El mundo, como lo describe el director, está repleto de símbolos que hacen de esta historia un relato muy bello.

Si bien la narración es lenta al principio, muy descriptiva, el relato es fácil, lejos de un estilo japonés demasiado pausado. La construcción del mundo infantil, adulto, es perfecta y, en el camino, no hay lugar para la sensiblería. Las sensaciones pasan con naturalidad, sin ser forzadas. El dibujo de Koreeda es mágicamente simbólico y divertido.

La historia de los hermanos es un cuento universal. No sabemos si, con sus conversaciones telefónicas, nos hablan más de la diferente vida de ambos o de la dolorosa relación de sus padres. El tren bala concede un deseo, pero los milagros no existen. En este valiente viaje iniciático, los amigos que les acompañan sólo cuando duermen tienen lo que desean. Goichi y Ryu permanecen despiertos, aprovechando el tiempo juntos, pero conscientes de que sus sendas recorren caminos aparte. Ellos lo eligen así. Saben que, aunque haya amor, los milagros no existen.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Al límite de la experiencia

Después de tanto tiempo sin escribir una entrada en este blog, no vamos a volver ni con una película de ficción, ni con un documental, ni con cortometrajes ni siquiera con un concierto. Las experiencias audiovisuales también se pueden encontrar en otros formatos.



Las jornadas Pantalla Límite, organizadas por Jorge Núñez, David Feito y Natxo Rodríguez en la Facultad de Bellas Artes de la UPV, buscaban abrir esas otras ventanas al margen de la pantalla de cine, televisión o del ordenador, que se encuentran al límite de la creación audiovisual, al límite de la narrativa convencional. Estas jornadas trajeron como primer invitado a Andrés Duque.

La última obra del realizador venezolano, Color perro que huye (2011), se encuentra en el extremo del documental. Es, directamente, un compendio de los archivos que, como descartes de otras obras o grabaciones personales, se encontraban en el ordenador de Duque. A pesar de que se estrenó en Punto de Vista, su crónica se perdió en el tiempo y no comenté nada aquí, así que aprovecho esta entrada para recalcar el buen ojo del demiurgo. Pues es esa la labor que realiza: seleccionar, ordenar y mostrar, dejando que la mirada de cada espectador se funda con su trabajo de guía. La película comienza descolocándonos por su extravagancia, pero esta galería de clips comisionada por Andrés Duque termina fascinando, además de por su labor de montaje, creando nuevas historias de la relación de los vídeos, precisamente, por las mismas razones que muchas piezas anónimas que encontramos en la Red nos pueden encantar.

En el nuevo mundo de las tecnologías, Internet y la sociedad red, cada cual puede ser periodista, comunicador y también cineasta. Las posibilidades de crear una obra audiovisual se han posado sobre manos curtidas fuera del mundo académico y la expeciencia cinéfila. Lejos de ser esto el Apocalípsis, sencillamente es una oportunidad para disfrutar de obras inquietantemente maravillosas. Aquí entra en juego, principalmente, YouTube.

YouTube, entre otras cosas, pone a disposición de todo el mundo vídeos que de otra forma estarían ocultos. Por ejemplo, el siguiente. Todos nos acordamos de Natascha Kampusch, aquella niña secuestrada por su propio padre en Austria. Éste es el vídeo del zulo donde estuvo recluida grabado por un agente de policía:



Fascinante esta mirada inexperta, aparentemente sin cortes de montaje, de un simple agente de policía. Ayudado, claro está, por la fuerza del propio carácter del espacio y la historia que ya conocemos, la obra es en sí misma inquietante. El recorrido trazado por el zulo, los detalles mostrados, las letras policiales y el espejo sólo pueden ser producto de una esencia cinematográfica interior, quizás aprehendida inconscientemente tras años y años de consumo audiovisual. Al final, todo ciudadano es un experto cinematográfico. Cuando el pálpito audiovisual se desata de esta forma tan casual queda una pieza para el análisis. Como esta otra:



La (casual) puesta en escena es digna de un maestro del cine. Organizado en torno a un personaje heróico, capaz de discernir el bien del mal y aplicar la ley de la justicia, el travelling te captura de manera magistral. Este personaje ha tenido infinidad de versiones, otras muestras del arte que flota por Internet. El audiovisual no es más que una, si bien la más poderosa, entre las disciplinas artísticas que ha democratizado (cómo odio esta palabra) la sociedad red. El género más recurrido es el humorístico, a poder ser en los márgenes o ya fuera de la moral pública, que encuentra resguardo en Internet. Aunque el objetivo sea el entretenimiento, estas obras siempre están cargadas de ironía y algo más, algo que explora la complicidad de una comunidad mundial y un inconformismo siempre crítico. Pero volvamos al audiovisual, y hablando de versiones, YouTube también es un escaparate para quien decide mutar algo que ya existe:



Entre los vídeos propuestos por Andrés Duque, también hubo alguno directamente relacionado con el cine (con el cinematógrafo convencional, mejor dicho), como este trailer lynchiano de Dirty Dancing o una pieza de arrebato nigeriano.

Estas obras están aquí y son millones. La inmediatez cibernética ha traido la cotidaneidad real a la pantalla. Se deja querer por la cámara, que ya no asusta. Y, cuando son unos ojos tan inocentes como fascinantemente expertos los que la llevan al límite, sólo queda dejarnos maravillar.

lunes, 28 de marzo de 2011

Punto de Vista: Nostalgia de la luz

Patrico Guzmán, el hombre que recogió el levantamiento de Pinochet en uno de los trabajos documentales directos más interesantes, vuelve con otra película sobre su Chile. En Nostalgia de la luz (2010), los escenarios no son las asambleas obreras, ni el palacio presidencial ni las calles ocupadas por el Ejército. Esta vez, el escenario es uno mucho más poderoso y cautivador, contenedor también de toneladas de recuerdos e historia, que de vez en cuando salen a la superficie. La película fue proyectada en una sesión especial del Festival Punto de Vista, con la agradecida presencia de Guzmán respondiendo preguntas. Podéis ver, además, una entrevista al director al final de la entrada.

Tres realidades, a simple vista bien diferentes, confluyen en el desierto de Atacama. Guarda bajo su roca infinidad de huellas del pasado, tanto de los pueblos precolombinos, que dejan un rastro mágico, inquietante a los ojos de cualquier historiador, como de los mineros chilenos que se vaciaron en la penumbra de las catacumbas, más próximos en el tiempo. Se encargan de estudiarlo los arquélogos, los grandes lectores del pasado. Atacama es un libro abierto con las páginas en perfecto estado de conservación.

Pero no es la arqueología lo que despierta en Patricio el interés inicial. El desierto es también el lugar donde mejor se leen las estrellas. Las condiciones son idóneas. Por eso se encuentra allí un observatorio astronómico. El segundo protagonista el astrofísico, otro admirador del pasado. La luz que recibe cuando mira al cielo nocturno no es más que el resquicio de un tiempo ya desaparecido. El análisis del universo es, en realidad, el escrutinio de la memoria del tiempo. El documental parte de la pasión por la astronomía, un sentimiento casi infantil que recuerda a la fascinación que producen las estrellas al niño que mira al cielo. La memoria es, en definitiva, la obsesión de Patricio Guzmán.

La tercera columna de Nostalgia de la luz la componen las víctima
s de un país desmemoriado. Relegadas al olvido, mujeres incansables llevan décadas buscando los cadáveres enterrados de sus maridos. Nada les certifica que están bajo el desierto, más que el impulso por conocer la verdad y cerrar la herida que les desgarra desde que la dictadura sacudió Chile. Nadan contra el silencio de la sociedad chilena, incapaz de hacer justicia, contra el olvido programado de políticos y jueces y contra la sal ardiente de Atacama. Son "la lepra de Chile", pero tienen fuerza. La que les da el soñar que algún día podrán morir en paz.


Nostalgia de la luz es una historia de enorme vigencia en las sociedades del mundo fugaz, maravillosamente contada por el chileno, que nos concede el tiempo exacto para la reflexión. La pasión por el pasado, materializada en tres formas muy diversas, encuentra en el desierto de Atacama el escenario perfecto. Así, siempre en lucha contra el olvido, Patricio Guzmán viaja por el desierto, donde la total falta de humedad ha permitido que el pasado no se desgaste en la memoria de las secas rocas de Atacama.

jueves, 17 de marzo de 2011

Punto de vista: Tupi or not tupi

Tupi or not to be: that is the question. Esa era la cuestión para el brasileño Oswald de Andrade. A la vez que deboraba a Shakespeare, preconizaba la idea del canibalismo cultural en su Manifiesto Antropófago. La aplicación del canibalismo a la cultura, mezclando la propia, la indígena, con la invasora, ya en el estómago. En la retrospectiva Tupi or not tupi. Caníbales contra vampiros del Punto de Vista pude ver dos películas que trataban, de manera bien diferente, los problemas del choque cultural. El tema da para largo, pero sería mi único acercamiento a esta suerte de antropofagia.

Una es Les states meurent aussi (1953), mi principal razón para entrar en esta sesión. Chris Marker y Alain Resnais critican las formas de relación, básicamente de dominación de una raza sobre otra, que el colonialismo francés había establecido entre la metrópolis europea y las colonias africanas. Sobre un fondo siempre negro, los directores elaboran la película a partir de dos cosas: la acertada disección de figuras del arte africano, que suponen lo único que vemos en la pantalla, y el discurso a raíz de la pregunta: "¿Por qué el arte negro está en el Museo del Hombre y sin embargo el griego o el egipcio en el Museo del Louvre?". Al estilo Marker de montaje, ponen en duda las relaciones coloniales y la digestión despiadada de la cultura africana por las fauces de Occidente.

La siguiente es un documental más complicado de digerir: Triste trópico (1974), de Arthur Omar, la falsa biografía de un doctor que, después de realizar estudios médicos en París, acompañado de las figuras del surrealismo, regresa a Brasil y se apunta al mesianismo indígena como forma festiva de liberación. Su vida es igualmente surrealista, mediante la cual el director viene a poner en duda el propio cine documental. Se lo traga. Lo llama antidocumental.

jueves, 10 de marzo de 2011

Punto de Vista: sección oficial (I)

Las dos obras que van a ocupar estas líneas son bien diferentes, pero ambas se proyectaron en la sección oficial del Punto de Vista. Es buena muestra de la variedad de formas y contenidos. Aunque el tema a tratar sea siempre, en el fondo, la vida y la muerte.

Translating Edwin Honig: A poet's Alzheimer (2010), cortometraje de Alan Berliner, es una de las cosas más brillantes de las que pude disfrutar en el festival. Ganador, por cierto, del premio al Mejor Documental por el jurado, que lo describe como "un retrato transformador de la vejez, el lenguaje y la memoria". Estoy completamente de acuerdo con la decisión del jurado de otorgar el máximo premio en cortometraje al maravilloso trabajo de Alan Berliner.

En realidad son seis diferentes trabajos unidos en uno. Seis pequeñas piezas que forman un cortometraje, cada una tratando un aspecto diferente de la maltrecha memoria de Edwin Honig. El nonagenario poeta fue mentor de Berliner, una persona clave en el desarrollo de su carrera, así como primo e inspiración. Ahora padece la enfermedad que ha borrado su memoria. Berliner monta brillantemente las entrevistas que le ha hecho a lo largo de los últimos años. Cada una de las seis partes que componen Translating Edwin Honig es un acercamiento a veces divertido, otras emocionante, pero siempre incisivo a los recovecos de la maquinaria intelectual del poeta. Es también un homenaje al sentido de la poesía que aún mantiene el escritor. Aunque Honig pierda por completo la memoria y no recuerde su obra, parece que siempre será dueño del ritmo y la rima. Berliner rescata la musicalidad de su mentor y, mediante repeticiones del discurso de su primo, monta un pasaje maravilloso que descubre el poema al que se aferra el viejo Honig.

Gravity was everywhere back then (2010) es una obra plástica de Brent Green en forma de película. El director reconstruye la historia real de una pareja que se conoce en un accidente de coche con actores, animación y stop motion. Es una dramatización fantástica, podríamos decir. Mary enferma y Leonard decide construir una casa con sus propias manos como forma de sanar y evitar su muerte. La torre, cada vez más alta, serviría para acercarla de alguna forma a Dios. El interés en el documental estriba en su forma, casi de manualidad: el tratamiento de los escenarios y el stop motion. En lo demás, en cuanto a su reflexión sobre la muerte y los últimos momentos de consciencia, se queda corta. Esto es sólo una apreciación personal, pero creo que se pierde en la (para mí cansina) forma y no llega a convencer cualquier mensaje que se le presuponga. Recuerdo haber visto otro documental hace poco tiempo con una mirada mucho más deslumbrante y reflexiva en torno a una experiencia de la propia autora, que sueña con su propia muerte: The edge of dreaming (2010, Amy Hardie).

martes, 1 de marzo de 2011

Punto de Vista: La región central (I)

La semana pasada se celebró en Iruña el Punto de Vista. Bajo el subtítulo de Festival Internacional de Cine Documental de Navarra, una sección oficial y varias retrospectivas, se atreven con lo más interesante del panorama documental actual, cogiendo un poco de aquí, otro poco de allá y elaborando un menú increíblemente variado. Además, añaden otras secciones temáticas o la dedicada a los trabajos que se encuentran en esa difusa frontera con lo experimental. Caben todas las formas del documental más interesante. En definitiva, una semana de mucho cine y disfrute. Este año tuve la oportunidad de ver todo tipo de cine documental, desde lo más atrevido a trabajos más convencionales, y conocer de primera mano las opiniones de algunos directores. Una suerte de semana.

Mi primera sesión se enmarcaba en La región central, esa sección que reúne las obras de cine de no ficción "más arriesgado". Cuando nos movemos en estos territorios podemos esperar cualquier cosa, pero el resultado fue, en general, más que positivo. Pude ver un puñado de obras atrevidas con el lenguaje fílmico y emocionantes en el concepto documental.

Mi versión de Punto de Vista empezó con The Indian Boundary Line (2010), un mediometraje de Thomas Comerford. El trabajo disecciona una línea concreta de la geografía histórica americana, lugar de fronteras entre dos mundos opuestos. Chicago Rogers Avenue pasaría desapercibida en cualquier ciudad del mundo, pero tras esta reciente denominación se esconde la Indian Boundary Line, es decir, la frontera entre el mundo indio y los Estados Unidos de América. El director busca los restos de la Historia en la avenida, contraponiendo dos realidades bien distintas: el pasado fronterizo y el presente urbano. El estilo, un atrevido y heterogéneo contraste entre los documentos de la conquista del hombre blanco y las imágenes de la avenida, recorre los puntos relevantes de la línea trazada en el mapa fronterizo, fagocitado por la Ley del Este. Mediante esta mirada descubrimos que, inevitablemente, todo resquicio indio ha desaparecido, relegado a cierta imaginería folklórica. El pasarte final, el audio del último tratado de la conquista yuxtapuesto al vídeo del punto de vista actual, es realmente poderoso. No deja lugar a dudas. Ahora ya no queda ni el nombre.

El largo de la noche era otra sobre fronteras. Lee Anee Schmitt y Lee Lynch, directores de The last buffalo hunt (2010), pasaron 5 años detrás del último cazador de búfalos, en el oeste americano, donde parece que se congeló el tiempo tras la conquista blanca. Cada temporada acompaña a cazadores aficionados, nuevos y habituales, detrás de la bestia norteamericana por excelencia. En un ambiente salvaje, de desierto, caravanas y tiendas de campaña, un grupo cada vez más reducido y cada vez más viejo de vaqueros hacen de guía y tutor de quien quiera llevarse una foto con el búfalo cazado. Vemos el proceso de acercamiento al mundo salvaje y percibimos su paulatina desaparición. Notamos que son los últimos tiempos tanto del entorno como de sus protagonistas. No aguantan más.

Sí; pero, sobre todo esto, en la piel curtida y la mirada cansada del cazador se puede ver un retrato audaz del carácter americano. El gesto del vaquero y sus palabras esconden esa forma de ser que, a mi juicio, se hace tan exótica para un europeo. Siglos de conquista y construcción de un país nuevo bajo valores propios, años de orgullo y desengaño, como en la historia del hombre, modelan una forma de pensar y de actuar que los autores de The Last buffalo hunt, a lo largo de esta cacería del búfalo, han sabido captar a la perfección. El veterano guía, más protagonista que el bisonte, sus acompañantes y sus clientes son los referentes más expresivos de un viejo mundo al otro lado del charco. A la película le cuesta arrancar, pero el dibujo viene de primera mano, directo, optando por la cámara libre sobre el desierto, aunque la mirada es irónica, a veces punzante. Tras la muerte de la última presa, la película se para y reflexiona para finalizar el retrato de un carácter único.

sábado, 19 de febrero de 2011

EkoZinemaldia: época de estúpidos

Como si les hubiera llegado del futuro, Ekologistak Martxan abrió su Ekozinemaldi en Bilbao con The age of stupid, de Franny Armstrong. Es una película producida en 2009, vale, pero hace las veces de un documento grabado desesperadamente por un archivista en 2055, mandado desesperadamente a otro espacio y tiempo, como último grito de advertencia a quien quiera oirle. Esta especie de último habitante de una Tierra devastada por las consecuencias del cambio climático, cambia las armas de Robert Neville por la infinidad de documentos guardados en su Archivo del Ártico (nada de hielo). Combina su discurso melancólico y didáctico con algunos documentos almacenados, principamente anteriores a la crisis climática que hizo al planeta inhabitable (es decir, documentales actuales), aunque también hay algunos posteriores (ficcionales, claro). Está interpretado por el fallecido Pete Postlethwaite.

Los documentales reales son, en definitiva, la historia de varios personajes que viven el cambio climático de manera muy diferente: un viejo guía de los Alpes que ha visto evolucionar el glaciar a lo largo de su vida, el presidente de una nueva aerolínea low cost de la India, un inglés que aspira a construir un parque eólico que cambie el modelo energético de su país, un antiguo trabajador de una petrolera que lo pierde todo en las inundaciones de New Orleans, una mujer nigeriana cuya forma de vida se ve truncada por la planta de Shell que contamina el río donde pesca y una familia iraquí obligada a migrar a Jordania por la guerra por el petróleo. Estas historias, pese a parecer lejanas entre sí, están estrechamente enlazadas. Darnos cuenta, gracias a la narración oculta del archivista del futuro, de las relaciones entre las acciones de unos y las consecuencias en otros es uno de los mayores valores de la película.

Cada acercamiento a estos personajes es diferente, pero la comparación deja en evidencia a los responsables y a las víctimas. Se distinguen algunas víctimas directas (los iraquíes y la nigeriana), los ambientalistas (el francés y el inglés) y, por último, los hipócritas (el americano y el indio): el primero atribuye las inundaciones al cambio climático, pero no deja de sentirse orgulloso de su trabajo en la petrolera multinacional, mientras que el segundo pretende acabar con la pobreza vía abaratamiento de los viajes en avión, a pesar de ser consciente del efecto que tiene en el resto de la población.

El dibujo trazado en estos pequeños documentales, formalmente independientes, es interesado y a veces descaradamente parcial, pero otorga datos, especialmente sobre la industria petrolífera y los modelos energéticos imperantes, de gran valor. Están explicados de forma didáctica y sencilla. La conclusión a la que nos conduce es sobradamente interesante, aunque descubro cierta manga ancha a la industria eólica, caracterizada por un ciudadano inglés concienciado con el medio ambiente. Así, sin más. La forma del mensaje del futuro es original y está fantásticamente realizada. Peca, sin embargo, de catastrofista y generalmente sensacionalista. Contribuyen a esto, además de la narración subyacente, las piezas de los falsos documentales, pertenecientes a fechas del futuro actual. Son muy pocas, por lo menos. Podemos decir que esta intención, tan evidente, se perdona, en vista del mensaje vital que intenta transmitir.

En definitiva, la película nos presenta historias reales, fragmentadas y tratadas al estilo documental convencional, envueltas en el paquete formal del futuro que, lejos de ser magistral, es al menos algo original. Ayuda a la transmisión del mensaje. Pasadas por el filtro crítico de cada uno, colaboran en ese proceso de concienciación y activación medioambiental que necesita nuestra especie. Recomendado para las mentes conformistas que aún no están aterrorizados por la actividad humana sobre el planeta.

La proyección se acompañó del cortometraje La Mina, historia de una montaña sagrada (Survival, 2010). Una más de las piezas que cuentan, de una manera directa y sencilla, las injusticias medioambientales, sociales, económicas y políticas (es lo mismo) que son invisibles para nostros. En este caso, la situación del pueblo indígena Dongria Kondh (India) frente a la multinacional minera Vendanta Resources, que, asentada ya en sus bosques, tiene en el punto de mira su montaña sagrada. Esa es la infraestructura de nuestro primer mundo.